Mañana soleada de un cualquier día del año, y me levanto...recibiendo todas las caricias y energías de tan preciado sol.
Me siento enérgico y preparado para enfrentar este nuevo reto.
Hoy jugamos la final de la liga de fútbol, y es algo que deseábamos hace años, y que cada vez parece estar más cerca. Ha sido una temporada dura, complicada, pero perseguimos un sueño y ahí está, a unas horas de hacerse realidad.
Los nervios me acompañan según se va acercando la hora del partido, y el corazón late a mil por hora.
Trato de disfrutar del sol, pero estoy inquieto...apenas puedo tomarme algo en el desayuno, y mi mente vuela hasta la hora del pitido inicial y como estaré al final del mismo!
Quiero ganar, podemos ganar y sé que todo haremos para ganar, pero por delante hay un rival, que aunque al largo de la campaña ha estado unos puntos por debajo, seguramente entrarán en campo con las mismas ganas que nosotros, o quien sabe si más! todo es impredecible y todo puede pasar.
A las 10:00 el equipo tiene marcado un entrenamiento ligero, de recuperación, y a las 13:00 la comida. Después un paseíto de relajación a las 15:00, seguido de una siesta.
A las 19:00 la salida hacia el estadio, donde a las 20:45 empezará el último partido de liga, que nos coronará o no como campeones y mejor equipo del año.
Este fue el plan elaborado por nuestros directivos para ese día tan especial para nosotros, y lo recuerdo como si fuese ayer.
Recuerdo que en el trayecto del hotel al estadio, era un casi silencio total en el autobús, apenas interrumpido por dos o tres compañeros, supuestamente más relajados o quizás más nerviosos, pero los demás parecíamos como que condicionados por no saber como estaríamos dentro de unas cuantas horas, si celebrando un triunfo, o llorando una oportunidad desperdiciada!
Minutos antes de empezar el partido estábamos en los vestuarios, cada cuál con su ritual, luego todos abrazados y dándonos ánimos. Golpes en el pecho, abrazos, gritos, y de pronto parece que habíamos dejado atrás toda la carga que traíamos encima de los hombros.
Nos encaminamos al túnel que da acceso al césped, que relucía de frescor con su hermoso color verde, y poco a poco fuimos subiendo las escaleras hasta pisarlo.
Unos entrando con el pie derecho y santiguándose, otros les daba igual los rituales, y los había más despistados que parecían no darse cuenta de lo que nos estábamos jugando.
El estadio estaba lleno hasta el tope, de tal forma que era imposible ubicar a un familiar o amigo entre miles de personas que gritaban al vernos entrar en campo.
Aplausos, cánticos, los flashes de las cámaras de foto, gritos, etc...era una fiesta, y poco a poco nos fuimos acoplando al entorno y los nervios dieron lugar a la habitual concentración que exige un momento como este.
Nos hemos vuelto a abrazar en una piña, lo mismo pasó en el banco rival, y fuimos a saludar a nuestros contrincantes y intercambiar insignias de ambos equipos.
El árbitro llamó a los capitanes, y mientras elegían balón o mitad de campo, otros estábamos saltando, calentando y haciendo algunos ejercicios de estiramiento, etc...
Balón al centro, el árbitro con el silbato en los labios, todos los jugadores ocupando sus puestos y...piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...empieza el partido!
Juego muy equilibrado en toda la primera mitad, con pocas oportunidades pero repartidas casi que de forma igual...pero en un fallo nuestro permitió que el rival llegara al descanso con un gol de ventaja.
Sabíamos que solo nos quedaban por delante 45 minutos para poder hacer realidad nuestro sueño, o caer rendidos y esperar una nueva oportunidad, sin saber cuando volveríamos a disputar otra gran final.
Salimos al campo en la segunda mitad con ganas de superar las adversidades, pero por delante teníamos un adversario que se había crecido con el resultado, y que nos estaba complicando las cuentas.
Dominamos toda la segunda parte y hemos sometido a nuestro rival a algunas contras sin apenas peligro, mientras los agobiábamos con oportunidades claras de gol. Dos balones a los palos, dos grandes intervenciones de su portero, fallos increíbles, etc...la presión que les estábamos metiendo era enorme y siguiendo así era casi inevitable marcar el gol del empate y aspirar incluso a más.
Quince minutos antes de terminar la partida hemos empatado, con un golazo de enmarcar...y se escuchó un grito unísono de nuestra afición, que estuvo los 90 minutos apoyándonos como si fueran un plus de oxígeno, que bombeaba en nuestros corazones cuando parecía que ya nos faltaba el aire.
Cuando apenas faltaban cinco minutos para terminar el partido, entro en el área rival, y consiga escaparme de dos contrarios, y cuando me preparo para hacer el gol, recibo una patada por detrás y...el árbitro pitó penalti!!!!!!!!!!
El público gritando de locura ante esta soberana oportunidad, y el sueño de hacernos con el título de campeones cada vez más cerca, todo gracias a esta afición que nos ha apoyado desde antes de empezar la final. Incluso más...un público que nos lleva acompañando desde la primera jornada, y en ese día, en ese momento, ahí se nos brindaba la oportunidad de darles las gracias por todo, ofreciéndoles un trofeo deseado y luchado por todos.
Once...apenas once...once son los metros que separan el balón, situado en la marca del penalti, el portero rival en la línea de portería, y yo...
Silencio absoluto, y los nervios presentes.
Tomo carrerilla, miro el balón, miro al portero...el árbitro levanto el brazo, y segundos después pita.
Empiezo a correr hacia la pelota, pateo y...
Hoy, habiendo vivido esa experiencia de la vida, me doy cuenta que hay cosas más importantes que ganar o perder un partido, siempre y cuando conozcas y respetes las dos caras de la moneda.
La línea que separa el éxito y fracaso, es tan delgada, que muchas veces y estando pisándola, no sabes siquiera en que lado estás.
En esta vida, muchas son las veces que los penaltis se pitan contra tu equipo, y unas veces entran y otras no...